El pasado domingo 19 de febrero, en la Sexta TV, el controvertido periodista Jordi Évole, trató la problemática social del uso del smartphone. Aparentemente, la emisión se preocupaba de proporcionar diversas perspectivas a través de las respuestas de los entrevistados, pero digo aparentemente, porque al final todo quedaba diluido en una idea general que tendía a la demonización de la tecnología y que se apoyaba finalmente, en una entrevista al genial Zygmunt Bauman, sociólogo y filósofo polaco, fallecido el pasado mes de enero.
Durante el transcurso del programa, no se contó con ningún profesional de prestigio que abordara el tema, que los hay, prescindiendo de cualquier dato científico alrededor del mismo. En este "Salvados Conectados", las aportaciones giraron alrededor de la mayoría de los tópicos populares que, sobre el uso de los dispositivos electrónicos, se pueden escuchar en cualquier reunión de amigos, sobre todo cuando son padres y madres los que participan y se trató la "adicción al móvil", un fenómeno que aún no está validado científicamente, como uno de los mayores males de la sociedad actual, mientras las bromas al respecto y la ejemplificación del problema en el propio presentador se sucedían de manera incoherente.
Si bien es cierto que pueden existir problemas relacionados con el uso de las nuevas tecnologías, estos no dependen exclusivamente del aparato en sí. Cuando ocurren, confluyen tantos aspectos personales, sociales, técnicos y ambientales, que hasta la fecha ha sido muy complicado delimitar un conjunto de características precisas a los mismos. No todos los usos son de riesgo y afortunadamente, no ocurre que cada vez que pulsemos un botón estemos cayendo en una espiral de la que va a ser muy difícil salir.
Cuando un problema alrededor de la tecnología existe, no es fácil banalizarlo con un "estoy enganchado" o "está enganchado" mientras se cuentan anécdotas sonriendo a cámara y las personas a su alrededor asienten con la cabeza, con gestos similares, reconociendo que a ellos, o a alguien que conocen, también les pasa. Cuando estos sucesos ocurren, las situaciones tienden a resultar mucho más dramáticas.
Pese a lo relatado, la emisión contó con mensajes importantes y positivos, como la promoción de momentos de "desconexión", favorecer las "habilidades sociales" offline o acercarse más a las personas que te importan de una manera física y sin la mediación de dispositivo electrónico alguno.
Aplaudo la disposición del periodista y de la SextaTV, para tratar este tema en un espacio caracterizado por un habitual alto nivel de share,
pero creo que se ha perdido una oportunidad fantástica de aclarar
muchas dudas a este respecto y en vez de esto, se ha promovido un mensaje que viene siendo habitual en los medios cuando se refieren a las tecnologías y
que en la actualidad resulta tan contradictorio como confuso.
Hoy, Jordi Évole apuesta por abandonar el Twitter durante 15 días, un instrumento que hasta ahora le ha resultado indispensable para permanecer informado de la actualidad, mantener informados a los demás, promocionar su identidad mediática, aportar sus opiniones personales y en ocasiones, incluso, contestar directamente a sus seguidores. Confío en que Jordi logrará cumplir su propuesta personal de descansar de esta red social durante un tiempo pero ¿puede realmente un periodista verse libre de Twitter para siempre, aceptando los medios tal y como se estructuran en la actualidad?
¿Equivaldría esto a que, un escritor decida ponerse a escribir con lápiz y papel porque su entorno considera que pasa mucho tiempo frente a su ordenador, aspecto que además es totalmente cierto?
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