Cuando la opinión pública se refiere a la tecnología, suele centrar su atención en las incidencias sociales negativas que generan, obviando sus espectaculares avances en diversos campos, entre otros el de la salud.
Cuando se hace mención a la utilización que de los dispositivos digitales hacen los jóvenes, se cita el sobreuso de vídeojuegos o redes sociales virtuales y se anima a su restricción, cuando el interés debería centrarse en cómo estimular a través de estas herramientas, sus capacidades creativas e innovadoras, reconociendo la importancia que estas tendrán en el desarrollo de sus profesiones en el futuro.
En estas últimas semanas nos encontrábamos con una noticia muy interesante que vinculaba a las tecnologías y a la salud mental.
Tuka Alhanai y Mohammad Ghassemi, que encabezan un grupo de investigación del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), en Cambridge (EEUU), han diseñado una tecnología en vía de identificar síntomas de depresión en un individuo, analizando solamente para ello la prosodia y el texto de su discurso. El formato de entrevista utilizado con este objetivo es "libre", es decir, no se basa en los hasta ahora comúnmente utilizados test, por lo que ni plantea patrones de preguntas ni espera encontrar tipos de respuestas.
Las medidas de análisis se han basado en un modelado de secuencias del habla y se sustentan en múltiples análisis de personas con depresión y sin depresión.
Detectar si la persona está triste, excitada o contenta durante el proceso de análisis, sería solo un engranaje más en el diagnóstico de la enfermedad mental más común en todo el mundo y que afecta a más de 300 millones de personas. Esta investigación abre la posibilidad en un futuro cercano, para que la depresión pueda ser diagnosticada a través de un smartphone, superando así las barreras físicas y favoreciendo un mejor seguimiento de este tipo de trastorno.
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