Alarma: El colapso de Internet se prevé en 2023

En 1965, el co-fundador de Intel, la mayor empresa fabricante de circuitos integrados del mundo, promulgó la Ley de Moore, que mantenía que de manera exponencial, el número de transistores en un circuito integrado se duplicaría cada dos años. Este incremento abarataba los costes y permitía seguir contando con tecnología punta en el futuro.

Desde entonces y paralelamente, algo similar ha estado ocurriendo con el flujo de información en la red. El notable crecimiento de datos en Internet ha resultado tan asombroso como inquietante desde las perspectivas de diferentes disciplinas.

La incipiente demanda de espacio para la transferencia de grandes cantidades de contenidos en la actualidad, ha llegado a disparar las alarmas sobre la posibilidad de que exista o no una infraestructura tecnológicamente suficiente para soportar las tasas de información que compartimos en Internet. Esto es lo que ha llevado a barajar la posibilidad de que se pueda producir un colapso de los medios de transmisión.

Nuestra vida, cada vez más informatizada, exige la comunicación, el almacenamiento y la gestión de un considerable volumen de datos en formato de video, documentos o imágenes de calidad que ya no solo ocupan una buena parte del ancho de banda de las conexiones sino que; al ser los chips de silicio de menor tamaño y producir mucho más calor, esto repercute en los costes de los sistemas de mantenimiento.


Proyectos como el europeo MODE-GAP, investiga los sistemas de transmisión de datos con el objeto de evitar la saturación de la red (capacity crunch). A finales de 2014, la organización nos sorprendía con un cable de fibra óptica que podría enviar información a 255 TBites por segundo cubriendo una distancia de un kilómetro cuando el formato actual lo hace entre 4 y 8 Tb.

Pese a los avances tecnológicos en vías de solucionar el problema, algunos ingenieros se aventuran a predecir que en 2023 será inevitable la caída si no se hace nada para remediarlo, según se ha interpretado de los resultados discutidos en la Royal Society, sociedad científicas con más de 350 años y con sede en Londres.

Mientras no se decida poner en marcha ideas radicales al respecto, este desenlace será inevitable ha apuntado Andrew Ellis de la Universidad de Birmingham en Reino Unido.

Si el miedo al cambio, ha provocado hasta ahora situaciones rocambolescas o problemáticas en la carrera de adaptación a las Nuevas Tecnologías, en algunos casos, con afecciones sobre la propia salud ¿qué sucedería si dentro de 8 años, no sólo a aquellas personas que se han acostumbrado a trabajar y mediar su vida a través de las tecnologías, sino también todos aquellos  y aquellas jóvenes que no han conocido un mundo diferente al que ahora compartimos, se les informa que  han de limitar su tiempo de acceso en la red a 3 horas al día o incrementar cuantiosamente sus gastos de conexión si su intención es superar este número de horas?

¿Perdería entonces la red la participación horizontal que hasta ahora ha caracterizado su uso y establecería una penetración a los servicios según sea la capacidad de los recursos económicos que correspondan a una persona?